Este año la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a ocho décadas de su nacimiento, pareciera estar en el ojo del huracán a propósito de las críticas que desde distintos frentes se le hacen.
No está de más recordar que la ONU nace como consecuencia de la 2da guerra mundial (2GM) con el propósito de impedir una 3GM, o lo que es lo mismo, por miedo a una 3GM. Sus críticos harían bien en responderse si este propósito ha sido alcanzado o no. Si nos atenemos a lo que ha ocurrido en estos 80 años de su existencia, no podemos negar que, al menos hasta ahora, no hemos tenido la temida 3GM. La otra pregunta que debiésemos respondernos, si queremos ser objetivos, con una mano en el corazón, es ¿cómo habrían sido estos 80 años sin la ONU? ¿habríamos tenido más o menos conflictos? ¿habría tenido lugar la 3GM?
Frente a quienes objetan la pertinencia, la burocracia, la existencia de la ONU tendríamos que evaluar el costo de su existencia contra el costo que habría tenido su no existencia. Esto no implica que su costo no sea susceptible de reducirse, o de mejorar su efectividad. Estamos frente a una organización compleja cuya existencia está siendo puesta fuertemente en tela de juicio en momentos, en que a mi juicio es más necesaria que nunca.
Los más grandes problemas que aquejan a la humanidad, como nunca antes, son esencialmente globales, imposibles de ser abordados y resueltos localmente, nacionalmente. Basta dos ejemplos donde lo que decidan y hagan los países individualmente son absolutamente insuficientes para su resolución: el narcotráfico y las migraciones. Éstos, así como otros (pandemias, corrupción, terrorismo, cambio climático, etc.), requieren voluntades políticas, acuerdos globales que trascienden a países particulares. Las decisiones en estas materias deben ser estudiadas y adoptadas en conjunto, globalmente.
La sola existencia de la ONU si bien no garantiza que tales problemas se resuelvan, abre la posibilidad de su resolución, la que depende de la voluntad de los países que la integran, pero muy especialmente de los países miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Francia, Rusia, Reino Unido y EEUU) por su capacidad de veto. Es la falta de acuerdo de estos países la que esteriliza su accionar. Como en todo orden de cosas, no se le pueden pedir peras al olmo, esto es, que la ONU funcione como queremos, si quienes tienen mayor poder para cortar el queque, no lo cortan.
Este aniversario encuentra a la ONU en dificultades, no solo porque las expectativas sobre su accionar no se limitan a impedir una 3GM, lo que ha logrado hasta ahora, sino porque persisten guerras localizadas, porque el armamentismo sigue presente, y porque seguimos aspirando a la paz en el mundo, a la unidad dentro de la diversidad. Tampoco podemos ignorar que no pocos gobiernos ven a la ONU como un obstáculo a sus pretensiones de hacer lo que se les antoje dentro de sus fronteras, y más allá de ellas.
En síntesis, con todos sus defectos, me es imposible no ser partidario de la ONU, cuyas virtudes creo que superan con creces sus defectos. Es una organización que nace para promover la paz y reducir las posibilidades de guerras. Si no hace más de lo que hace es simplemente porque sus miembros no tienen la voluntad suficiente para hacerlo. No puede hacer más que lo que acuerden sus países miembros y no vete el Consejo de Seguridad.
Quienes están contra la ONU son quienes desearían hacer las atrocidades que quieran sin que se les diga nada. Son quienes proclaman la no interferencia en los asuntos internos del país, argumento al que son proclives los nacionalistas cuando desean hacer sus barbaridades.