Nombres y parentescos
En la tarde del viernes 17 de octubre, once palestinos (dos familias completas) fueron ejecutados mientras regresaban a su casa en el barrio Zeitún, Gaza City. Sus nombres deben quedar grabados con precisión, porque lo contrario sería contribuir al crimen. Iehab Mohammed Nasser Abu Shaaban (38) y su esposa Randa Majed Mohammed Abu Shaaban (36). Sus hijos: Nasser (13), Jumana (10), Ibrahim (6) y Mohammed (5). Con ellos viajaba la segunda familia: Sufyan Shaaban, su esposa Samar Mohammed Nasser Shaaban y sus hijos Karam (10), Anas (8) y Nesma (12). Siete niños, dos mujeresy dos hombres. Ningún combatiente, ningún arma, ninguna amenaza. Sólo una familia regresando a mirar lo que quedaba de su casa.
Dónde vivían y qué hacían los hombres
Habitaban Zeitún, uno de los barrios más castigados del este de Gaza. Tras las últimas ofensivas, muchos intentan volver (no por esperanza) sino para confirmar si su casa sigue en pie o si aún quedan documentos, fotografías, ropa, memoria física. Los hombres, según los relatos de vecinos, iban a revisar pertenencias y daños estructurales. No volvieron con armas. No escoltaban milicianos. Volvían con el instinto primario de quien necesita tocar su casa, aunque ya solo queden ruinas. No estaban huyendo. Estaban regresando.
La acción letal
El vehículo fue alcanzado por un proyectil disparado desde posiciones israelíes. No hay duda en los testigos, ni en los equipos médicos que recuperaron los cuerpos, fue un impacto directo, fuego pesado de guerra, sin advertencia, sin enfrentamiento, un golpe seco de artillería blindada que pulverizó la cabina. El suelo quedó cubierto de fragmentos humanos. No hubo error posible, no fue niebla de guerra pero si fue un disparo preciso, a plena luz, contra un vehículo que no representaba peligro alguno.
Desde la distancia se ejecutó, no se combatió
Lo que ocurrió en Zeitún no fue un intercambio militar. Fue una ejecución y un acto calculado de muerte. Desde un blindado que jamás estuvo en riesgo, se disparó contra siete niños, dos mujeres y dos hombres desarmados. Nadie devolvió fuego, nadie representaba amenaza alguna. Esto no fue un accidente, fue una decisión. Y esa decisión se tomó desde la comodidad del blindaje y a la distancia de un mapa militar, donde la vida palestina es leída como variable descartable.
El lenguaje que encubre el exterminio
Desde vocerías militares se intentó encubrir la masacre hablando de un “vehículo no autorizado en zona restringida”. Ese lenguaje burocrático pretende borrar un hecho imposible de disfrazar y es que un tanque disparó contra una familia, no contra un enemigo armado. Llamar “zona restringida” al camino hacia una casa destruida es parte activa del crimen. No fue un peligro táctico, fue una doctrina.
Impunidad con perfil de política
Esto no es un hecho aislado. No es un exceso operativo. Es la consecuencia lógica de una política de exterminio, donde miles de civiles han sido eliminados bajo el mismo patrón ya que se dispara primero y se justifica después. Más de 70.000 palestinos muertos, en su mayoría civiles. Cifras que ninguna guerra convencional admitiría sin juicio. Lo de Zeitún encaja milimétricamente en un diseño y es eliminar toda posibilidad de retorno, hacer inviable la vida. No es neutral y no es error pero si es un crimen contra la humanidad.
Lo que exigimos
No pedimos versiones pero si pedimos pruebas de identidad completa de la unidad militar. Registros de balística, grabaciones de drones y ordenes de mando. Pedimos que esta masacre no sea investigada por quienes la ejecutan, sino por instancias independientes con potestad jurídica internacional. Pedimos que gobiernos, medios y organismos internacionales dejen de fingir que este horror puede explicarse en pasiva administrativa. El derecho internacional no es opcional y la sangre de una familia no se puede archivar como protocolo.
Cierre en vida
Iehab. Randa. Sufyan. Samar. Nasser. Jumana. Ibrahim. Mohammed. Karam. Anas. Nesma. No repetimos sus nombres por piedad. Lo hacemos por obligación. No pedimos venganza pero si pedimos justicia. Exigimos que el mundo rompa la neutralidad cómplice. No fue un enfrentamiento, fue un crimen. No fue un accidente, fue una ejecución. Y si se permite que un tanque decida impunemente quién merece vivir, entonces el silencio será la firma del exterminio.
Exigencia internacional inmediata
No basta con el dolor. Hay que convertir la indignación en actos que impidan la repetición. Exigimos al Consejo de Seguridad, a la Corte Penal Internacional y al Comité de Derechos Humanos que actúen ya. Que se requiera la apertura inmediata de una investigación internacional con acceso a la escena, a testigos y a las grabaciones aéreas y de comunicaciones.
Que se preserven pruebas. Que se suspendan relaciones militares y de apoyo logístico con las fuerzas responsables hasta que haya claridad judicial. La justicia internacional no es consuelo sentimental. Es el único instrumento que puede frenar a quienes creen que la distancia y la tecnología los hacen impunes.
Responsabilidad civil y memoria activa
Los medios no deben plegarse a la neutralidad burocrática. Las organizaciones de derechos humanos deben desplegar equipos forenses. Los parlamentos deben exigir informes y los gobiernos democráticos no pueden seguir mirando para otro lado en nombre de equilibrios geopolíticos. Y la sociedad civil tiene un deber y es mantener vivos los nombres de Iehab, Randa, Sufyan, Samar, Nasser, Jumana, Ibrahim, Mohammed, Karam, Anas y Nesma hasta que la verdad sea pública y los responsables respondan. Mantener la memoria es oponer vida a la lógica del exterminio.
La paz no puede construirse sobre cadáveres quemados de niños. Si este crimen queda impune, la idea misma de humanidad habrá sido derrotada.