La situación política en la República Checa, tras las recientes elecciones, presenta una paradoja que desafía los cimientos mismos de la democracia. La abrumadora victoria del partido ANO, liderado por Andrej Babiš, y otros dos partidos aliados, superó el 50% de los escaños, permitiendo la formación de un nuevo gobierno. Sin embargo, el presidente Pavel, un ex general de la OTAN, está sembrando la duda y la preocupación y bloqueando la formación de este gobierno.
Las preocupaciones del presidente se refieren a dos puntos principales: por un lado, el supuesto conflicto de intereses de Babiš, vinculado a su posición como propietario de una importante empresa agroalimentaria. Por otro lado, según muchos abogados, tal conflicto de intereses no existe, la ley checa lo define solo en el contexto de sectores específicos, como la información.
La segunda, mucha más importante preocupación es que el futuro gobierno no respetará plenamente las alianzas a las que pertenece la República Checa. Es por eso que Pavel exige garantías escritas sobre ciertas políticas, como mantener la alianza con la OTAN y cumplir con las directivas de la Unión Europea, antes de confiar a Babiš el mandato de formar el nuevo gobierno. Es esencial aclarar que la democracia se basa en el principio de que los ciudadanos, mediante el voto, expresan su voluntad.
Es esta voluntad la que legitima el desarrollo de la política gubernamental. Imponer a priori criterios o condiciones que un nuevo gobierno debe respetar contradice el principio mismo de la democracia. No hay una verdad preelectoral para determinar qué políticas son justas o injustas; es el voto popular el que determina el mandato de un gobierno.
Imponer límites o requisitos específicos sobre cómo debe actuar un gobierno, incluso antes de su formación, corre el riesgo de socavar los principios democráticos y ser similar a alguna forma de control.
No se trata de estar a favor o en contra de Babiš. Se trata de entender si todavía creemos en un principio simple: en la democracia, el poder siempre reside en la voluntad del pueblo.
Hay presiones innegablemente fuertes de los poderes supranacionales. De hecho, si Babiš y sus aliados fueran capaces de formar un nuevo gobierno, podría tener repercusiones significativas para toda Europa, acercando a la República Checa a países como Hungría y Eslovaquia, que siguen una línea política divergente de la de Bruselas.
En conclusión, lo que está sucediendo en la República Checa es un claro ejemplo de lo que está sucediendo en toda Europa: ¡la paradoja de obstaculizar la democracia para salvarla!
Alguien ha establecido que:
Financiar una guerra sin fin en Ucrania es democrático, pero pedir una paz negociada es populista y pro-ruso.
La venta de armas a Israel es un acto democrático, pero pedir sanciones por sus crímenes contra la humanidad es un acto populista y antisemita.
Es democrático que la política esté subordinada a los intereses de los bancos y las grandes multinacionales, pero exigir una redistribución de la riqueza es un extremismo.
Y cuando un partido político gana elecciones con un programa político considerado “erróneo”, se ve obstaculizado porque se considera antidemocrático. Lo mismo es cierto cuando una personalidad influyente expresa ideas “no alineadas”: son censuradas y excluidas de la vida pública.
En resumen, es democrático respetar la voluntad de una minoría “iluminada” y no respetar la de la mayoría de la población.
En este camino paradójico tomado por Europa, el siguiente paso para salvar la democracia y proteger a la población del populismo y las malas decisiones será imponer la democracia a través de una dictadura.
