Una nueva campaña ha sido lanzada por People’s Forum; titulada «¡AIPACOUT of U.S. politics!», presenta un diseño gráfico juvenil y atractivo y pretende involucrar a millones de ciudadanos estadounidenses. Así que también esta noche he venido a la calle treinta y siete y, sentada cómodamente escuchando música reggae, espero el inicio de la clase. Han entendido bien: hemos venido aquí para aprender, para entender claramente qué es AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) y cómo actúa dentro de la sociedad.
Esto no será un evento de presentación ni un mitin, sino un seminario para activistas donde se proporcionarán herramientas para operar sobre el terreno. Una vez formados, los voluntarios se pondrán manos a la obra para hacer circular la información tanto como sea posible entre la gente común: el vecino, el tendero, el colega, etc. Cada uno deberá actuar con los medios a su disposición para que emerjan las verdades silenciadas.
Otro objetivo de la campaña es conseguir que la gente firme una petición, a la que se accede con un código QR, para pedir que se excluya a AIPAC de la política estadounidense. No creo que la petición tenga ningún efecto práctico, pero podría, si hay muchas firmas, asustar al adversario y, sobre todo, proporcionar un dato sobre el grado de conciencia del problema AIPAC dentro de la sociedad estadounidense. Recientes encuestas, por lo demás, han demostrado que la mayoría de los estadounidenses se opone a incluir en el gasto público ayudas económicas a Israel, así que se trata de pisar el acelerador mientras el motor esté caliente.
He aquí que dos jóvenes mujeres se acercan al atril; colocan los ordenadores desde los que se proyectarán las diapositivas. Para mis adentros, sonrío complacida; otra vez mujeres. Se me forma un pensamiento gracioso, o quizás es un sueño; ¿no será que estas nuevas generaciones están recuperando un modelo antiguo de sociedad? Muy antiguo, del que casi no tenemos rastro: un sistema en el que a las mujeres les correspondían no solo la educación de los hijos y el cuidado del hogar, sino también la organización intelectual de la comunidad y la transmisión de la cultura a la posteridad.
Comienza la lección, de la que intento dar un resumen general; quien quiera profundizar puede visitar el sitio web de la campaña www.aipacout.com.
En primer lugar, hay que decir que AIPAC es actualmente el lobby más poderoso en Estados Unidos, habiendo superado incluso a la NRA (National Rifle Association), que por lo que sé está pasando por un momento de crisis. En realidad, AIPAC no es una entidad única, se parece más a una estructura tentacular; es de hecho un consorcio en el que convergen diversos organismos colectivos y donantes individuales. Como todo lobby, pretende influir en decisiones políticas y económicas: se calcula que AIPAC gastó más de cien millones de dólares en la última campaña electoral. Sin embargo, no busca controlar solo al partido que ganará las elecciones (de hecho, esto podría considerarse un objetivo secundario); su trabajo es mucho más capilar o infliltrador y a 360 grados. Se estima que ha llegado a controlar el 80% del Congreso actuando directamente sobre sus miembros y sus equipos. A decir verdad, hay que señalar que hoy, tras los crímenes cometidos por Israel, cierto número de políticos ha empezado a distanciarse del lobby, pero ¿durará esta postura?
AIPAC se ha especializado además en la difamación pública de políticos “no complacientes” (pocos) y de Legisladores que se empeñan en preservar los derechos del público. Emblemático es el «caso Cori Bush» que en 2024 vio a AIPAC invertir ocho millones de dólares para bloquear su reelección al Congreso, dado que Cori expresaba una clara posición a favor de los derechos de los palestinos.
Pero además de actuar formalmente en política, la agencia hace mucho más y de formas aparentemente más mundanas. Una de sus obsesiones es la vigilancia sobre las instituciones escolares. Con una actitud de carcelero en el panóptico (un modelo arquitectónico desarrollado por Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII, diseñado para permitir a un único vigilante observar a todos los reclusos desde una torre central, sin que estos sepan si están siendo observados o no) vigila escuelas primarias, secundarias y universidades, interviniendo cada vez en el personal del Centro de manera más o menos sutil, con programas de propaganda ad hoc, o pidiendo expulsiones pretextadas de estudiantes y docentes acusándolos de antisemitismo.
Últimamente, la nueva vía para cortar de raíz el disenso es la redefinición de términos como «antisemitismo», «antisionismo» y «terrorismo». Un escalofrío me recorre la espalda: ¿es posible que algún político italiano también esté en la nómina de AIPAC?
Cuanto más escucho, más estupefacta me quedo al conocer cuántos tentáculos posee este pulpo; no puedo enumerarlos todos, pero uno más merece ser citado: la AIEF (American Israel Education Foundation). Formalmente es una obra benéfica afiliada a AIPAC, en realidad organiza su actividad coordinándose directamente con el gobierno israelí. Su peculiaridad es promover viajes educativos a Israel para judíos y no judíos de todas las edades. A través de este contacto, el lobby intenta identificar a los jóvenes más prometedores, ambiciosos y manipulables para impulsarlos en la sociedad, asegurándoles puestos de prestigio bien remunerados. El control de la juventud estadounidense parece ser el objetivo prioritario para AIPAC. Con todo lo que hemos visto en estos dos años, me da la impresión de que Netanyahu y la derecha mesiánica les han armado un lío realmente gordo.
Como yo, muchos, quizás todos ingenuos, se estarán preguntando cómo ha sido posible que un grupo de poder, o más de uno, haya llegado a determinar casi enteramente la política de un estado democrático. ¿Pero dónde está la Democracia? El pecado original se remonta al año 1954, cuando el Tribunal Constitucional (caso United States vs Harris) interpretó la actividad de lobbying (influir) como expresión de libertad de expresión y por tanto protegida por la Primera Enmienda de la Constitución. Desde los años setenta del siglo pasado, los lobbies han florecido hasta infestar toda la sociedad.
Existen algunos límites a este poder desmedido: en particular, un lobby debería trabajar sobre intereses particulares, pero siempre propios de su país. No es el caso de AIPAC, que sin muchos tapujos actúa para proteger e implementar los intereses de otro Estado soberano. Cito de la web: «Sus campañas para derrotar a políticos estadounidenses críticos con Israel equivalen a una injerencia extranjera por procuración». Su mismo nacimiento está ligado profundamente a Israel. En octubre de 1953, las tropas israelíes bajo el mando de Ariel Sharon, en respuesta a un atentado de fedayin palestinos en el que perdieron la vida tres civiles judíos (dos de ellos niños), atacaron una ciudad bajo jurisdisión jordana, Qibya, masacrando a sesenta y nueve civiles, dos tercios de los cuales eran mujeres y niños. La opinión pública estadounidense quedó muy conmocionada por la venganza atroz, hasta el punto de que Israel fue criticado. Poco después nació AIPAC.
En teoría, el lobby debería registrarse en el FARA (Foreign Agents Registration Act), lo que la obligaría a la transparencia y la sometería a un control público. Es sobre este punto donde se dará batalla: demasiado cómodo pensar quedarse para siempre en un limbo institucional.
Estamos terminando. Todos estamos un poco aturdidos. Muchas cosas se sabían, pero haber hecho un resumen general poniéndolas todas en fila impresiona. Y es aquí donde veo madera de líder emerger. Una de las jóvenes ponentes nos dice: «¡No nos desanimemos! Nada está destinado a resistir para siempre; nosotros también tenemos buenas cartas. Muchos se están dando cuenta de que el sistema de lobbies nos está empobreciendo a todos, porque el mal de este país no es solo AIPAC y esto en nuestra lucha debe quedar claro».
Ah, bueno, ¡pues entonces, me consuelo, no soy tan ingenua después de todo!
N.d.T – Adenda:
La influencia de lobbies como AIPAC y de una red más amplia de instituciones no gubernamentales proisraelíes trasciende con creces el ámbito estadounidense, evidenciando una fuerza de coacción global. Esta presión se materializa en una campaña dirigida a que los Gobiernos nacionales adopten en sus legislaciones penales la definición de antisemitismo promovida en 2016 por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA). Dicha definición, si bien es una herramienta no vinculante, se ha convertido en un caballo de batalla político. Hasta la fecha nada menos que 25 Estados miembros de la Unión Europea la han adoptado o respaldado, a menudo como resultado de un cabildeo (lobbying) intenso. Que enmarca esta adopción penal, como un imperativo moral en la lucha contra el odio, un argumento de gran peso pero bajo unas coacciones sutiles que muchos legisladores encuentran difícil de rechazar sin arriesgarse a ser acusados de minimizar el antisemitismo (véanse politicaexterior.com, y commission.europa.eu).
Esta adenda al excelente artículo de Marina Serina, quiere ampliar la preocupación más allá de EE.UU., porque las demás Naciones y Parlamentos, y Legisladores se ven presionados del mismo modo que denuncia ella tan lúcidamente respecto del AIPAC en EE.UU. El verdadero calado de esta influencia se aprecia no solo en la adopción de la definición, sino en las consecuencias que varios de sus ejemplos ilustrativos tienen para la libertad de expresión. Puntos como «negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación» o «acusar a los ciudadanos judíos de ser más leales a Israel que a sus propios países» convierten críticas legítimas a las políticas del Estado de Israel en potenciales actos de antisemitismo, equiparando el antisionismo con el odio racial. Esta redefinición instrumentaliza la legítima lucha contra el antisemitismo para blindar políticamente a Israel, creando un efecto coercitivo o chilling effect que puede silenciar el debate y el activismo legítimo en defensa de los derechos palestinos a través de la amenaza de ser acusado de un delito de odio.
La principal controversia reside en que varios de los ejemplos, incluidos los dos que citas, se centran en el Estado de Israel. Críticos argumentan que esto convierte la definición en una herramienta que puede «armar» el concepto de antisemitismo para sofocar la libertad de expresión y el activismo legítimo en favor de los derechos palestinos. También en el resto del Mundo Academicos, Universidades, Museos, e instituciones de todo tipo se han visto presionados como decsribe Marina Serina. El antisemitismo es condenable, pero no habrán de venir «de fuera» a dictarle al Legislador la tipificación hasta tal detalle y conveniencia de otro estado: Israel… Es el mundo alreves…
En particular, otro punto importante, la cuestión de la «doble lealtad», tema que es considerado antisemita y visto como problemático porque, si bien prohíbe un estereotipo antisemita clásico, podría impedir investigaciones legítimas en casos extremos y muy específicos (como un supuesto de doble agente, funcionarios que favorecen al Estado de Israel [su otro pasaporte] y perjudican o van en demerito del país del que son agentes o funcionarios). Peligroso, al predisponer a considerar cualquier pregunta sobre la lealtad de un funcionario con doble nacionalidad como intrínsecamente antisemita. Es el mundo al revés…