El tan manoseado «gran problema», la “insostenibilidad”, la “quiebra intergeneracional” y otros mantras que circulan en medios generalistas sobre las pensiones necesitan, por fin, luz y taquígrafos. Es urgente aclarar y debatir, porque lo que predomina son ideologemas: consignas disfrazadas de sentido común, afirmaciones que por vía del miedo se instalan como certezas incuestionables, ocultando la mano que mueve los hilos del catastrofismo. La «crisis» nuestra en 2025 (si existe) y en adelante, ya son crisis manufacturadas con números selectivos y escasez creadas.
Sobre las pensiones se ha dicho mucho y se ha validado poco. Abundan los diagnósticos interesados y escasean las alternativas bien argumentadas. No hay voluntad de entender el problema en su verdadera dimensión tras un examen lógico, cuerdo y solidario. Un examen que evidenciaría los intereses de terceros –la Banca y los Fondos de Inversión que ansían su parte de la tarta– que secuestran el debate.
El “tema de las pensiones” es una discusión sobre el “Todo Social”. No puede quedar en manos de una élite de tecnócratas, la patronal o los oligarcas de turno –que en España, oligarcas, «haberlos, haylos» y están sintonizados con «su ámbito mayor» (las élites financieras mundiales, especialmente las estadounidenses o las que juegan através de EE.UU.). Es un tema que afecta al “Contrato Social” y a la dinámica intergeneracional. No se trata solo de argumentar la sostenibilidad del sistema actual, sino de extender el debate más allá: el modelo necesitará ajustes, pero sobre todo precisa desenmascarar una construcción ideológica que niegue nuevas soluciones y vías complementarias para la Generación Z y las siguientes. Si vas con prisa, lee hasta aquí. Si quieres análisis o una visión razonada, sigue hasta donde te de tiempo.
La falacia de la confrontación intergeneracional
Este discurso de crisis responde a un diseño político calculado que busca meter miedo y dividir a la sociedad. Se promueve una confrontación artificial entre el electorado joven (menores de 30 años) y las personas mayores de 65, erosionando la cohesión social y alimentando discursos de duda y comparación. Poco a poco se instala un clima de crispación, sostenido por «discursos de ingratitud» y otras formas de cuasi-ideas, carentes de verdadero razonamiento.
La vía por la que estos mensajes circulan y se retroalimentan son los medios oficiales y aparentemente serios (diarios y publicaciones económicas, grupos de influencia y Medios en general), cuyos propietarios pertenecen a una élite que no depende de una pensión pública para afrontar su vejez. A ellos se suman los intereses de la Banca, los Fondos de inversión y, finalmente, los «influencers»: figuras que, cuanto más odio despiertan, más visitas y beneficios obtienen (y se van a Andorra…). Todo ello se construye sobre la espalda y el descrédito de quienes, con su trabajo, levantaron el país del que hoy se disfruta: sus servicios, infraestructuras, bienestar y paz social.
Resulta revelador que, según el barómetro de septiembre 2025 del Centro de Investigaciones Sociológicas, solo el 4,1% de los ciudadanos sitúa las pensiones entre sus principales inquietudes, muy lejos de la vivienda, la sanidad o el empleo. Si la crisis fuera tan evidente, ¿no debería ser esta la principal preocupación ciudadana? La desconexión entre el supuesto «problema» y las preocupaciones reales de la población delata la artificialidad del debate.
Las soluciones invisibilizadas: más allá del discurso de la escasez
Hablar de “talento senior” suena elegante y está de moda, pero es una mascarada o una realidad para unos pocos. Se celebra que consultores, médicos o académicos prolonguen su carrera por vocación, mientras se ignora el desgaste físico de quienes cargan el cuerpo en sus oficios. No es reconocimiento: es ahorro a costa de la salud.
España envejece, sí, pero hay alternativas. La experiencia puede transmitirse si se crea un modelo justo: unir a un aprendiz remunerado con un senior cercano a la jubilación, el senior liberado de carga laboral, porque enseñar también es trabajo y contribuye al bien común.
Pero esto apenas existe en España. La práctica habitual es la contraria: se despide después de los 50 y se espera que «el nuevo» espabile solo, cobrando un tercio del salario entre antigüedad, trienios y el convenio antiguo. De hecho, muchas empresas operan con dos convenios paralelos: el específico de empresa –que quieren extinguir a toda costa, llevándose consigo la calidad y el saber hacer– y el convenio sectorial, más pobre, para los nuevos contratos. Se pregona la retención del talento, pero se incentiva su expulsión.
La “jubilación flexible” se vende con optimismo sospechoso: promesas de aprovechar el talento senior y transiciones suaves. Pero se olvida lo esencial: poder prolongar la carrera depende del oficio y de la salud. Para millones de trabajadores, esa “flexibilidad” no es opción, sino imposibilidad física. Simplemente, no pueden más.
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Un enfoque diseñado «¿para el ahorro?» del Estado: Un análisis jurídico y económico crítico revela que, tras el barniz de la flexibilidad, la «jubilación reversible» en gran medida hay una estrategia calculada para reducir el gasto en pensiones. El Sistema se sustenta en la premisa de que en la etapa activa se ahorra (contribuye a la «hucha» común para pagar a los pensionistas en ese momento e incluso genera excedentes para tiempos de inestabilidad o crisis. El PP supo mucho de desaparecer el fondo y el superhabit…).
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En cuanto al ahorro privado y las pensiones: ¿Quiénes en España puede permitirse un plan de pensiones privado solvente? Si la mayoría de los planes de pensiones para la gente corriente, el gran publico, al final dan menos que el IPC de esos años ahorrando. Al final… es tan poco que casi uno se anima más a liquidarlos, cobrar de golpe el dinero y «arreglarte la boca». Las élites y el 20% más alto de las rentas salariales, en ese tramo acceden a fondos de pensiones o de ahora ue se gestionan de otros modo, a rentabilidades mayores. Si pueden detraer algo más para acumular una pensión privada paralela puede funcionar como complemento de la pensión Pública. Pero no el 80% restante.
Por otra parte, desde el «Pacto de Toledo, etc,… los jubilados ya están aceptando extender su vida laboral más para mantener unos ingresos que, en teoría, debería garantizar su pensión completa o un nivel de vida equiparable al que tenían al jubilarse. Pero según quién conceptualice, planifique, fije, y legisle, (por ejemplo PP/VOX, UPN, PNV, JxCat, Aliança Catalana, Partido Regionalista Extremeño, etc…), las novedades en el tema del retiro laboral la cosa puede cambiar mucho y a peor. Según el modelo de la Derecha o economicista, la cantera de los «senior currando», puede transformar la «libre elección» en una necesidad económica encubierta. Basta con ir laminando las pensiones públicas a la baja (sueño húmedo de PP/VOX, la banca y toda la derecha económica y otros interesados) hasta precarizar el retiro de quienes ya han cotizado durante décadas para quedarse hasta el desmayo. Así se verían obligados a prolongar su condición de seniors sine-die. (economistjurist.es). -
El cuerpo no aguanta siempre, ni todos los cuerpos son iguales: La idea de una salida «lo más tardía y gradual» (escalonada) del mercado laboral choca frontalmente con la realidad de profesiones con un desgaste físico intenso y acumulativo. Pensemos en las cameras de piso de hotel que, tras años de cargar carritos, mover colchones, agacharse sobre bañeras, jacuzzis, etc, etc,… ven todas sus articulaciones y espalda resentidas. Algunas acuden a trabajar, dopadas de anti-inflamatorios y analgésicos. A cada semestre más fuertes o mayor dosis. Ni las mutuas ni la Seg.Soc. reconoce n ni remedian la situación, pese a ser una evidencia medica y laboral. O en los albañiles, personal sanitario con turnos extenuantes o trabajadores del metal. Controladores aéreos,… Hay muchas profesiones en los que el desgaste físico y/o mental no es comparable al de un consultor o un docente, y su edad de jubilación, en las condiciones actuales, debería reflejar esta penalización vital por esfuerzo deformante o lesivo en unos casos. En los otros, si la vocación y la cosa «senior» se lo permite la salud y pide la vocación pues sea. Si ello sube sus pensión final, justo será. Pero volviendo a muchos oficios, como las las Kellys (camareras de piso en Hoteles): no están articularmente jodidas así por practicar «parcour» acrobático en patinete sobre barandillas… NO. Acaban baldadas, herniadas, por la carga y ritmo sostenido de un trabajo duro. Para ellas y muchos otros casos/oficios, llegar a la jubilación con salud para disfrutarla es la verdadera meta; llegar sin ella equivale a una convalecencia pagada ya directamente en el geriátrico.
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Realidad: un mercado laboral que rechaza a los senior (salvo en el tramo alto formativo o de valor añadido): Aunque la norma garantiza el acceso teórico a empleos parciales, la realidad del mercado laboral español muestra evidentísimas resistencias sistemáticas a la contratación de trabajadores parados en edad avanzada, pese a que se reciclen con cursos del SEPE. Sin mecanismos de protección antidiscriminatoria efectivos, la jubilación reversible puede quedar en papel mojado para muchos, sin ofrecer una alternativa real. En España existe una realidad documentada: encontrar trabajo a partir de los 45-50 años es una misión casi imposible, un fenómeno ampliamente reconocido por estudios e informes a pesar de la experiencia que atesoran estos profesionales (véanse 20minutos, y elpais.com).
En definitiva, celebrar la prolongación de la vida laboral como solución general es un ejercicio de miopía social. Es una opción válida y enriquecedora para una minoría, con profesiones de bajo impacto físico, alta demanda en el mercado, y alta vocación. Pero para la gran mayoría, cuyo trabajo deja una huella imborrable en el cuerpo, el verdadero avance no es flexibilizar la salida, sino garantizar una jubilación digna y temprana que no es un lujo, sino la justa compensación a una vida de esfuerzo.
Lo lógico es que la generalidad de los trabajadores se vayan saliendo del mercado laboral de una forma gradual (según, circunstancialmente, baremos, y cada caso). Que vayan «saliendo» o bien a un modo de un régimen de jubilación flexible si es posible, atendiendo sobre todo a la salud y no a la «rentabilidad». El trabajador de <60 años ya contribuyó en la medida de sus aspiraciones, posibilidades. O tanto como le permitió su «físico». Así es hoy. Como también es preciso decir, que unos pocos ya nacen desde la cuna con casi todo resuelto: las relaciones sociales adecuadas y el camino trazado en/desde esa ventaja inicial.
Eso no lo podemos eliminar en en esta fase del desarrollo humano. Decir otra cosa es mentir. Pero lo podemos compensar igualando en las oportunidades de acceso al desarrollo y la formación desde la elección de cada estudiante hacia su vocación, oficio, especialidad, carrera… El papel del Estado es cubrir esas contingencias desde la crianza, la enseñanza, educación y búsqueda de la vocación, oficio, profesión, etc. La idea de que el trabajo y derechos de los mayores reduce el empleo y oportunidades de los jóvenes no solo es es errónea. Es al revés, por el simple hecho de que «los mayores» entre todos para bien o para mal, dieron lo que para el recién nacido es «lo dado» (véase Santander).
La revolución tecnológica como aliada, no como amenaza
Del 2025 al 2050 viviremos transformaciones decisivas. La tecnología y la robotización pueden liberar a la humanidad del trabajo precario y del desgaste físico. Pero eso exige una comprensión común del momento y una voluntad política de orientar el cambio hacia el bien colectivo.
Mientras se repite que “no hay dinero” para pensiones o para sostener el Estado social, la Unión Europea se endeuda por cientos de miles de millones para armamento: tanques, misiles, cazas F-35… Recursos ilimitados para la guerra, pero no para la vida.
La historia ya advirtió este error. Atenas gastó fortunas en su “Larga Muralla” y Esparta lo vio como una amenaza. La guerra fue inevitable. Atenas perdió todo, muralla incluida. Hoy la OTAN repite esa lógica: cada escalada militar justifica la del otro, en una espiral sin fin que desvía riqueza de la ciudadanía hacia la industria bélica.
La paradoja es que nunca el mundo produjo tanto ni tan eficientemente. La tecnología podría garantizar bienestar, pero la riqueza se concentra en manos del capital financiero y rentista que se emancipa de la humanidad.
Frente a eso, hay alternativas concretas: gravar la automatización, financiar la reconversión laboral y proteger a quienes el progreso desplaza. La inteligencia artificial y la robótica no deben ser amenaza, sino aliadas del bienestar común.
El economista de Harvard Richard B. Freeman —no confundir con Milton Friedman, cuyo fundamentalismo de mercado para las Reaganomics y Thatcher sirvió de manual para desregular a favor del capital y fracturar el pacto social— propone que los trabajadores sean co-propietarios del capital tecnológico. Lejos de aquellas consignas que proclamaban el ‘fin de la historia’ con Fukuyama y ensalzaban un capitalismo financiarizado voraz, la idea de Freeman es opuesta: no se trata ya de quitarle el capital o las tierras a nadie, sino de asegurar que el capital tenga la máxima utilidad social, en equilibrio con la de sus stakeholders y propietarios legítimos.
Freeman es considerado un economista que combina rigor académico con un enfoque humanista: le interesa cómo las políticas económicas afectan la vida de los trabajadores y cómo se puede lograr una economía más equitativa sin sacrificar eficiencia. En ese sentido, su trabajo tiene resonancia tanto en el ámbito académico como en el de la política pública.
El problema no es la riqueza, sino su desconexión del bien común, una desconexión que esa cohorte de economistas pro-oligarcas no solo ignoró, sino que aceleró, allanando el camino para un capitalismo rentista y precario. Ningún proyecto particular —por archimultimillonario o visionario que sea— puede situarse por encima del “todo social” ni ponerlo en riesgo. De otro modo, caeremos en lo que Platón describió como la degeneración de la democracia hacia la plutocracia, cuando el poder del dinero corrompe las instituciones y la justicia deja de servir a la comunidad. Ese fue, en esencia, el horizonte que aquel fundamentalismo de los Friedman y Fukuyama ayudó a crear: un sistema que, habiéndose independizado de la sociedad humana, ya solo busca crecer a cualquier precio social o ambiental.
La evasión fiscal corporativa: el elefante en la habitación
Mientras se nos distrae con el conflicto intergeneracional, la perversión de la Democracia por conversión en Plutocracia,… etc… se obvia la cada vez menor contribución de las rentas del capital a construir y sostener lo social (que es la gente y la estructuras humanas, las infraestructuras, los servicios generales existentes de los que se valen. Especialmente por parte de las grandes corporaciones transnacionales, que facturan y recaudan beneficios en todo el mundo, como por ejemplo Amazon, MediaMarkt, Google, PayPal, y muchas otras. Pero que apenas contribuyen a las sociedades donde generan sus enormes ingresos por su actividad (tanto sus servicios tangibles, como los intangibles como granjas de servidores y la nube que se alquila a su vez a otras empresas que se liberan de esa inversión). ¿Dónde tributa y contribuye ese beneficio? Este es el auténtico agujero negro de las finanzas públicas, no las pensiones de quienes han cotizado durante décadas u otras coyunturas.
La Economía va bien. Nunca antes tanta gente alcanzó a ser multi-cienmil-millonario antes de los 50 y partiendo de la nada. Mérito no es. Ya Lope de Vega dudaba de tanto listo o gente «crecidita de poder» ironizando: «…O sabe Naturaleza más que supo en otro tiempo, o tantos que nacen sabios es porque lo dicen ellos.» (Que se creen sabios excepcionales y finalmente ricos, ellos solitos, «self made men»). Nada nuevo pues bajo estos Elon Musk, Jeff Bezos, un Peter Thiel (Palantir), un Larry Ellison (Oracle), un Mark Zuckerberg (Facebook), los Sergey Brin y Larry Page (Alphabet), o un Larry Fink dirigiendo la maquinaria de BlackRock; desde el magnate inmobiliario cuyo anagrama es un globo azul y rojo hasta un Richard Branson vendiendo el sueño de la aventura capitalista, se esconde la misma vieja arrogancia: la de confundir una oportunidad histórica —un mercado desregulado, una tecnología emergente, la financiarización global, la herencia o los privilegios de partida— con un don genial e individual. Son los «sabios» por autoproclamación de nuestro tiempo, creyendo que su riqueza es puro fruto de su ingenio y no, en gran medida, el producto de un sistema y un momento específico que premia desproporcionadamente el capital, la conectividad y la narrativa sobre el trabajo y el valor real.
Hacia un nuevo contrato social intergeneracional
La experiencia internacional desmonta el dogmatismo y demuestra que existen alternativas viables al discurso único de la austeridad. Frente a la crisis, países de América Latina y Europa han explorado con éxito modelos de múltiples pilares, que combinan la solidaridad intergeneracional de un sistema público de reparto con la previsión complementaria de la capitalización individual. La clave no está en elegir uno u otro, sino en integrar sus virtudes.
Este enfoque exige una revisión valiente de los objetivos y principios del sistema, adaptando su arquitectura a la nueva realidad demográfica sin recurrir a los recortes draconianos que debilitan el pacto social. La sostenibilidad no se logra empobreciendo a los jubilados, sino diversificando las fuentes de financiación y fortaleciendo todos los frentes de protección para las futuras generaciones.
La clave está en superar lo que los expertos identifican como «la división entre los sistemas de pensiones y el mercado laboral, a fin de enfrentar en forma colectiva la inseguridad en la vejez». Necesitamos estrategias integrales, debidamente planificadas y de largo plazo que aborden todos los factores: cobertura, suficiencia de las prestaciones, sostenibilidad financiera y vinculación con el empleo formal.
Conclusión: desenmascarando el fraude
El debate sobre las pensiones es un caballo de Troya ideológico para imponer recortes que debiliten el Estado de bienestar y transfieran riqueza desde las clases trabajadoras hacia el capital. Es un discurso diseñado para ocultar:
- La fabulosa multiplicación de la rentabilidad por puesto de trabajo gracias a la tecnología
- La preparación y flexibilidad de la nueva fuerza laboral
- RBI → Renta Básica Incondicional (Pressenza) | RBU → Renta Básica Universal (Pressenza)
- Combatir o encauzar la evasión fiscal corporativa que drena recursos públicos
- Las soluciones tecnofiscales que podrían financiar el sistema mediante impuestos a la automatización, y la gobernanza local, País, y de allí en adelante asistida por IA con agencia e independencia (sin sesgo porque sus argumentos los puede ella explicar, no como las IA de ahora)
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El carácter transitorio del desafío demográfico: Desde diversos intereses, se omite un dato crucial que desmonta el relato de la quiebra intergeneracional perpetua: el desafío es transitorio. Las proyecciones demográficas más sólidas, incluidos los informes de Naciones Unidas, anticipan que, en un plazo de 100 a 150 años, la población mundial no solo dejará de crecer, sino que iniciará un declive notable. Las pirámides de población de los Estados/Nación hoy desequilibradas, evolucionarán hacia estructuras etarias estables, con forma de «columna» o «pilares», donde el número de personas que nace se aproximará mucho al de las que fallecen.
Este horizonte no resuelve los desajustes de las próximas décadas, pero sí entierra el fatalismo que presenta el envejecimiento como un abismo sin fin. No nos enfrentamos al colapso, sino a una transición demográfica. Reconocer su carácter temporal es el primer paso para diseñar soluciones puente inteligentes, en lugar de recortes estructurales permanentes basados en una emergencia ficticia.
Por todo lo visto: el tema de las pensiones, presentes y futuras, es un falso debate que ignora la capacidad de adaptación humana y el potencial de la tecnología para liberarnos de la escasez, y no para condenarnos a ella. La escasez es precisamente una de las herramientas de las elites desde hace miles de años. Escasez que en el desarrollo humano ya no cabe ni tiene explicación o fundamentación posible (eso es lo que quiso decir el sabio humanista, sobre que no argumentásemos con nuestros contemporáneos en cuestiones de economía entendida como un Sistema). Desenmascarar los intereses elitistas u oligárquicos, exige rechazar la lógica de la confrontación intergeneracional y construir alianzas sociales que defiendan un futuro compartido con dignidad para todos, independientemente de nuestra fecha de nacimiento.