Flotilla Global Sumud: Una victoria de la No Violencia

Pudo ser cualquier día, pero fue justo en este. A pocas horas de iniciarse el 2 de Octubre, Día Internacional de la No Violencia, la armada israelí interceptó en aguas internacionales a varias embarcaciones de la Flotilla Global Sumud, deteniendo a cientos de voluntarios desarmados, que intentaban arribar con víveres y medicinas a Gaza, quebrando el bloqueo israelí.

El contraste se hizo evidente: De un lado, la valentía y el coraje de seres humanos solidarios con el dolor y el sufrimiento padecido por otros, apoyados por millones de personas en todo el mundo y por el otro, la descarnada violencia de un Estado, protegido en su crueldad por los poderosos del mundo.

Con gran atención y admiración, cientos de millones siguieron las peripecias de las casi 50 naves que zarparon desde Italia, Grecia, España y Túnez, para testimoniar que existe una poderosa reserva moral en los pueblos movilizada por la rebelión contra la injusticia y por el clamor de sociedades justas y dignas.

Ante esta nueva afrenta ilegal perpetrada contra la Flotilla y el posible descorazonamiento de quienes ansiaban verla llegar a la costa gazatí sin sufrir impedimentos, es justo destacar su éxito rotundo.

La proeza y el proceso

La Flotilla Global Sumud (del árabe “resistencia” o “perseverancia”) inició su viaje entre Agosto y Septiembre con una cifra cercana a los 500 participantes, provenientes de más de 40 países.

La expedición humanitaria, de un enorme contenido simbólico, había sido precedida por acciones similares anteriores. La primera flotilla fue lanzada en agosto de 2008, con dos barcos (SS Liberty y SS Free Gaza) que salieron de Chipre y lograron llegar a Gaza. En total, entre 2008 y 2009 se hicieron cinco viajes antes de que Israel empezara a interceptarlos sistemáticamente.

Luego se produjo la tragedia de la Flotilla de la Libertad (2010), compuesta por 6 barcos (entre ellos el Mavi Marmara), que fue interceptada violentamente por comandos israelíes en aguas internacionales el 31 de mayo de 2010, provocando la muerte de 10 activistas y decenas de heridos.

En 2011, una gran coalición internacional planificó la partida de la Freedom Flotilla II: Stay Human, con más de 300 activistas de 20 países. Sin embargo, esta fue bloqueada por las autoridades griegas por presiones diplomáticas.

El Estelle, un velero de bandera finlandesa, también parte de la Freedom Flotilla, fue interceptado en 2012 por la marina israelí en aguas internacionales y sus pasajeros arrestados y deportados.

En 2016, una dotación por completo femenina de activistas, periodistas y figuras públicas de más de 10 países, (Women’s Boat to Gaza), surcó el Mediterráneo para visibilizar el impacto del bloqueo sobre mujeres y niños en Gaza, siendo, una vez más impedida de trasponer el cerco marítimo impuesto por Israel.

Más recientemente, la embarcación Madleen, fue interceptada en junio de 2025 y sus tripulantes detenidos y deportados. Un último intento, previo a la conformación de la Flotilla Global Sumud, fue la expedición del Handala, que zarpó el 13 de julio e interceptado 13 días después.

Estos antecedentes, sumados al peligro cierto de ser atacados, a la intimidación con drones y objetos incendiarios, al bombardeo con cañones de agua, a las dificultades climáticas y al enorme esfuerzo físico y mental de la travesía, hacen de la peripecia de estos valerosos activistas, una proeza grandiosa, digna del máximo reconocimiento y apoyo.

La victoria política de la Flotilla

Se hace difícil hablar de una victoria de la no violencia, si se tiene en cuenta las miles de víctimas de la masacre, la expulsión y las vejaciones sufridas por el pueblo palestino durante más de 7 décadas. Tampoco puede obviarse en este recuento la violencia engendrada por parte de mentes afiebradas, que creyeron que la liberación llegaría matando e infundiendo temor en la población israelí con atentados y emboscadas.

El reciente abordaje de las naves de la Flotilla Sumud y el secuestro de 484 activistas intentando abortar este nuevo intento, no hace sino sumar a la espiral de actos violentos. Sin embargo, lo que parece una nueva derrota es, en una mirada más amplia, un triunfo rotundo de la No Violencia.

La travesía de la Flotilla, más allá de su declarado objetivo simbólico de ayudar a la población violentada al extremo y amenazada por el hambre, las bombas, la falta de agua y con su infraestructura sanitaria y habitacional destruida, persigue propósitos políticos fundamentales.  Este hecho, lejos de deslegitimar la acción, como pretende el gobierno de Israel, refuerza la importancia de su cometido.

Desde una interpretación en clave política, la misión apunta a denunciar activamente la inmoralidad del genocidio en curso, exigiendo su cese inmediato, a desnudar la ilegalidad de un bloqueo que asfixia a la población civil y enfocar la mirada en aumentar la presión internacional en lograr la libertad y la autodeterminación para el pueblo palestino.

Y aunque la inmediatez no permita verlo con total claridad, la victoria política ha sido consumada.

Cabe recordar en este contexto el proceso que llevó a la liquidación del Apartheid en Sudáfrica y el final del régimen supremacista. Hoy el supremacismo y el unilateralismo, encarnado en figuras como el presidente estadounidense y el primer ministro israelí, son repudiados ampliamente. Prueba de ello son los reconocimientos recientes en Naciones Unidas del Estado Palestino por parte de varios países ligados a la estrategia atlantista, que anteriormente se negaban rotundamente a hacerlo. El dique diplomático se ha quebrado y falta muy poco para que los palestinos puedan participar con pleno derecho en la asamblea de naciones.

A todo esto, se agrega la debilidad creciente de Netanyahu y su coalición de gobierno sostenida con alfileres por facciones religiosas extremistas, mientras que las crecientes protestas reflejan el hastío y la necesidad de cambio que se extienden en el pueblo israelí.

Palestina se constituye así en uno de los últimos enclaves colonizados y la actuación de la Flotilla la ha posicionado como un escalón más en el demorado proceso de descolonización planetaria.

La victoria moral de la No Violencia

La actitud moral de la Flotilla y la dramática situación en Gaza lograron desencadenar un despertar social mundial. En cientos de ciudades de todo el planeta, en grandes urbes y pequeños poblados, los habitantes salieron a las calles, bloquearon puertos, organizaron actos, entre muchas otras acciones, en rechazo a la mortífera agresión contra la población palestina.

Los pueblos reaccionaron rápida y masivamente a la desidia e hipocresía de la mayoría de los gobiernos, a lo que ahora se suma el chantaje de un delirante e inconsulto plan imperialista, que pretende condenar a Palestina a ser una especie de “protectorado”, retrotrayendo la historia a la era del colonialismo británico. Incluso con el protagonismo de uno de los súbditos de la corona.

Es preciso exceptuar de este listado de cómplices de la muerte al presidente colombiano Gustavo Petro, quien desafió la lógica de los silencios y abogó activamente por el fin de este flagrante intento de limpieza étnica.

Una victoria ética histórica

Pero de lo que no hay duda alguna es que más allá de las incidencias de coyuntura, la metodología de la No Violencia ha quedado instalada como la herramienta principal para avanzar hacia nuevos horizontes sociales.

Las olas que no tuvieron el privilegio de llevar a las playas de Gaza a las embarcaciones de la Flotilla Sumud se han transformado en marejadas, cuyos embates no cejarán hasta lograr por fin que la actitud humanista y no violenta se instale en la profundidad de la conciencia humana y se convierta en nuestro habitual modo de vivir y relacionarnos.

Porque al decir de Pablo Neruda, “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.”

Javier Tolcachier

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