En este país se puede vivir sin médicos, sin medicinas y hasta sin gasolina… pero jamás sin WhatsApp. Ahí está la verdadera tiendita de México: en los estados, con catálogos de cosméticos, tamales de temporada y zapatos que dicen “importados” pero que vienen más de Iztapalapa que de Italia. Si el cura Hidalgo hubiera tenido un grupo de “nenis”, la independencia se organizaba en dos clics y con entrega en el atrio de Dolores.
Hoy, detrás de cada paquete entregado en la esquina de una gasolinera, hay una mujer que multiplica sus horas: madre, contadora, vendedora, repartidora y hasta psicóloga de clientas. Una auténtica Lady Multitask, sin aguinaldo, sin seguro social y con la única certeza de que si falla algo… siempre habrá alguien que pregunte “¿y si mejor te lo pago con transferencia?”. Mientras tanto, el Estado observa este milagro de supervivencia con la misma cara que pone la señora del Seguro Social en la ventanilla: cara de “¿y yo por qué?”. Porque lo que al ciudadano le parece ingenio, al gobierno le parece delito. En lugar de extender la mano, pone el candado. Fiscaliza sin educar, retrasa devoluciones, cancela por un dígito mal escrito y luego presume que “se combate la informalidad”. Vaya chiste: se obliga a quien vende galletas para pagar la luz, para darle de comer a sus hijos, a trabajar como si fuera la gran empresa, mientras a la multinacional la atienden como si fuera familiar de la Secretaría de Hacienda.
Y las devoluciones, esas son comedia involuntaria. Prometen 40 días hábiles, pero en la práctica duran más que la serie de “La Casa de los Famosos”. Una número equivocado, un cfdi mal timbrado, un domicilio que “no se localiza”… cualquier pretexto es bueno para alargar el trámite. Al final, el contribuyente aprende la lección más mexicana de todas: formalizarse sale más caro que quedarse en la orilla. Pero lo mejor es el círculo vicioso del candado: se castiga la informalidad, se promete simplificar, se endurecen los filtros, se congelan las devoluciones, se presume recaudación y, sorpresa, se reproduce la informalidad. Es como intentar curar la obesidad con más garnachas.
Y pensar que la solución no cuesta ni un peso: primero educar y luego exigir. Tutoriales claros, un chat humano que resuelva en diez minutos lo que hoy tarda tres oficios, correcciones asistidas para no reiniciar el viacrucis, un régimen para que el primer paso no sea un brinco al vacío. Y claro, que escuelas, hospitales y oficinas compren a las mismas “nenis” que ya hacen el trabajo sin necesidad de licitaciones millonarias. El punto es simple: las “nenis” y las Ladies Multitask no son el problema. Son la solución que el sistema no quiere ver. Inventaron mercados donde no los había, sostuvieron hogares en crisis y lograron lo que ningún burócrata ha podido: que la confianza sea más fuerte que una factura.
Y aquí es donde vale la pena hacer una pausa. Porque solemos culpar al presidente, bueno ahora presidenta, al secretario o al director, pero quienes dan la cara día con día no son ellos: son los burócratas de ventanilla, de mostrador, de oficina. Y pareciera que al firmar el contrato se les olvidara que también han hecho fila, que también alguna vez estuvieron sin trabajo, que también han sufrido para pagar la renta o la escuela de los hijos. El problema es que, al asumir la silla y el sello, se creen superiores, cuando en realidad son tan mexicanos y tan vulnerables como la persona a la que hoy despachan. Pero aquí seguimos, con un Estado obsesionado con los candados, mientras el país entero vende por WhatsApp. Si la economía nacional depende de los grupos de “Amigas Emprendedoras en CDMX” y “Bazar Monterrey 24/7”, “Ladys Multitask en Chihuahua” lo mínimo que se podría hacer es quitar la tranca de la puerta. Porque la formalidad no se impone a golpes de sello: se conquista con sencillez, respeto y devoluciones que sí lleguen.
En resumen: México sobrevive gracias a las Nenis, mientras Hacienda presume eficiencia. Y ya lo dijo un meme en uno de esos grupos: “Si el SAT fuera WhatsApp, ya nos hubiera sacado del grupo por escribir con faltas de ortografía”.