El ministro israelí de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, llegó al puerto de Ashdod el 2 de octubre como si se tratara de una escena cuidadosamente diseñada para la humillación pública. Frente a cámaras y micrófonos, se colocó ante decenas de activistas internacionales sentados en el suelo, exhaustos tras la larga travesía y las horas de interrogatorio, y les gritó, sin distinción, “terroristas”. El gesto no fue aislado: fue una exhibición de poder y desprecio que evocó a medio mundo la imagen de un oficial nazi recibiendo un cargamento de prisioneros que acababan de descender de un tren en Auschwitz. La diferencia es que aquí, en pleno siglo XXI, los responsables decidieron difundir ellos mismos la escena, conscientes de su impacto simbólico, seguros de la impunidad que los protege.
Desde ese puerto comenzó el tránsito de los más de cuatrocientos activistas secuestrados en aguas internacionales rumbo a un destino igualmente infame: la prisión de Ketziot, en pleno desierto del Néguev. El establecimiento no es nuevo en los informes de organismos internacionales. Allí han sido recluidos miles de prisioneros palestinos, y su nombre aparece reiteradamente en denuncias de organizaciones de derechos humanos por condiciones inhumanas, hacinamiento, tortura psicológica y negligencia médica sistemática. Ahora, ese mismo lugar es el que alberga a médicos, periodistas, parlamentarios y defensores de derechos humanos de más de cuarenta países que participaron en la flotilla.
El relato que circula desde el primer día de su captura coincide en un punto central: los interrogatorios se extendieron durante más de quince horas, sin ofrecer a los detenidos agua ni comida. Se trató de un castigo disfrazado de procedimiento, un modo de quebrar la resistencia de quienes decidieron desafiar el bloqueo y entregar ayuda humanitaria directamente a Gaza. A pesar de ello, varios de los secuestrados —así hay que nombrarlos, porque su captura violenta en aguas internacionales no se corresponde con ningún procedimiento legal legítimo— habrían optado por resistir, negándose a firmar documentos de deportación que equivalen a autoacusarse de un delito. Otros, presionados por el cansancio y el aislamiento, habrían firmado para obtener la promesa de una expulsión rápida. Israel mantiene el silencio: no ha entregado aún una lista completa de las personas trasladadas a Ketziot ni ha transparentado en qué condiciones legales se encuentran.
Lo que sí ha trascendido, y ya recogen medios árabes, europeos y organizaciones solidarias, es que dentro de la prisión un grupo de los secuestrados ha iniciado una huelga de hambre. La medida, desesperada pero coherente con el espíritu de resistencia de la flotilla, recuerda los ayunos históricos de prisioneros políticos frente a un poder que busca doblegarlos. La huelga de hambre es el eco de la propia travesía: un cuerpo dispuesto a la fragilidad extrema para afirmar la dignidad que se quiere arrebatar.
Ketziot, como Auschwitz en el paralelo inevitable que despierta, se convierte así en símbolo y en testigo. Allí, entre las dunas y los muros, se repite la pregunta de siempre: ¿qué hace el mundo mientras cientos de seres humanos son humillados, privados de sus derechos más básicos y convertidos en rehenes políticos? La respuesta, de nuevo, parece ser la del silencio cómplice.
PARA DIFUSIÓN INMEDIATA
ACTUALIZACIÓN DE ADALAH SOBRE LOS PARTICIPANTES DEL GSF SECUESTRADOS Y DETENIDOS
3 de octubre de 2025
Esta declaración se publicó originalmente en el canal de WhatsApp de Adalah.
Durante las últimas 24 horas, los abogados de Adalah se reunieron con 331 participantes de la Global Sumud Flotilla en el puerto de Ashdod, donde se enfrentan a audiencias ante las autoridades de inmigración israelíes. Varios participantes fueron procesados sin la asesoría legal de Adalah, ya que inicialmente se les negó el acceso a nuestros abogados. Este proceso se produjo tras el remolque forzoso de la flotilla tras interceptaciones ilegales en aguas internacionales, donde decenas de barcos fueron detenidos en su misión de romper el asedio ilegal de Gaza en medio del genocidio, las atrocidades masivas y la hambruna en curso.
Los participantes de la flotilla se encuentran en condiciones relativamente estables y Adalah sigue vigilando de cerca su situación.
Tras su secuestro en aguas internacionales, los participantes fueron obligados a arrodillarse con las manos atadas con bridas durante al menos cinco horas, después de que algunos de ellos corearan consignas a favor de la liberación de Palestina. Durante las visitas de los abogados, el ministro de Seguridad Nacional israelí, Itamar Ben-Gvir, hizo acto de presencia en lo que fue claramente un acto de humillación e intimidación. Los participantes de la flotilla fueron filmados y explotados en una degradante muestra de control. Esta demostración de humillación tuvo lugar junto con la campaña de desprestigio de los funcionarios israelíes, que tildaron falsamente a los miembros de la flotilla de «terroristas» en un intento por desacreditar su misión pacífica y legitimar las tácticas represivas utilizadas contra ellos.
Todo el proceso es ilegal de principio a fin. La interceptación en sí misma violó el derecho internacional, lo que equivale a un secuestro en aguas internacionales. El intento de Israel de justificar estas acciones mediante la aplicación de su bloqueo no se sostiene: el bloqueo en sí mismo es ilegal, constituye un castigo colectivo y sirve como herramienta central del genocidio en curso, incluido el uso deliberado del hambre como método de guerra.
PARA DIFUSIÓN INMEDIATA
ACTUALIZACIÓN DE ADALAH SOBRE LOS PARTICIPANTES DEL GSF SECUESTRADOS Y DETENIDOS
Los derechos de los participantes fueron violados sistemáticamente a lo largo de todo este proceso. Además de negarles el acceso al agua, al baño y a los medicamentos, se les negó el acceso a abogados, lo que violó sus derechos fundamentales a un proceso justo, a un juicio imparcial y a la representación legal. Ayer, mientras se desconocía el paradero de los voluntarios de la flotilla, los abogados tuvieron que esperar unas nueve horas fuera del puerto de Ashdod y no se les notificó cuándo las autoridades de inmigración israelíes comenzaron a tramitar y celebrar las audiencias, por lo que solo se enteraron de estos procesos ilegales después de que los detenidos les llamaran directamente.
A pesar de las repetidas denegaciones de entrada por parte de la policía israelí, los abogados de Adalah finalmente lograron acceder al puerto y proporcionar asesoramiento a los 331 participantes. Varios participantes denunciaron haber sido objeto de agresiones, amenazas y acoso, incluyendo ser despertados violentamente cada vez que intentaban dormir.
A continuación, las autoridades trasladaron a los participantes de Ashdod a la prisión de Ktzi’ot, en el Negev, e iniciaron las audiencias judiciales sin informar al equipo legal, procediendo sin representación legal alguna. Los abogados de Adalah están ahora presentes en las audiencias judiciales, donde se están revisando las órdenes de detención.
Adalah está tomando medidas legales para garantizar que se tenga en cuenta a todos y cada uno de los participantes, al tiempo que continúa con las visitas a la prisión. Adalah también pide su liberación inmediata de la detención ilegal y la recuperación de sus pertenencias personales y suministros de ayuda humanitaria.
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