En las calles de Montreal: El corazón solidario de Quebec late con fuerza libertaria
En un día frío y soleado de invierno quebequés, con el sol filtrándose entre nubes dispersas y un viento gélido que avivaba las mejillas, unas 50.000 almas se fundieron hoy en un río humano de banderas sindicales y consignas vibrantes, tejiendo un tapiz de resistencia amorosa contra el avance de leyes que pretenden acorralar la libertad colectiva. Desde la Place du Canada, epicentro de esta marea solidaria, la marcha «Dans la rue pour le Québec» –»En las calles por Quebec»– serpenteó por el bulevar René-Lévesque hasta las puertas del poder, cerrando arterias urbanas en un abrazo fraterno que recuerda cómo los pueblos se levantan no con furia ciega, sino con la ternura de quien defiende lo común. Esta no fue una protesta más: fue un himno libertario a la dignidad del trabajo, convocado por nueve grandes centrales sindicales que representan a cientos de miles de corazones laboriosos.
Maestras de la Fédération autonome de l’enseignement (FAE), enfermeras de la Fédération interprofessionnelle de la santé du Québec (FIQ), servidoras públicas de la Alliance du personnel professionnel et technique de la santé et des services sociaux (APTS), junto a la poderosa Fédération des travailleurs et travailleuses du Québec (FTQ), la Confédération syndicale du Québec (CSN), la Centrale des syndicats du Québec (CSQ), la Centrale des syndicats démocratiques (CSD), el Syndicat de la fonction publique et parapublique du Québec (SFPQ) y el Syndicat de professionnels du gouvernement du Québec (SPGQ). A ellas se unieron cinco redes nacionales que nuclean 4.500 organizaciones comunitarias, desde refugios para vulnerables hasta centros de salud de base, en una convergencia inédita que trasciende lo laboral para abarcar el alma social de Quebec. No faltó nadie. Sus voces, entrelazadas en cánticos, consignas y carteles bajo el sol invernal, proclamaban un amor feroz por el Quebec construido por generaciones: un modelo de equidad donde el Estado no estorba, sino que eleva.

El veneno legislativo: Leyes que atan el espíritu libre
En el núcleo de esta epopeya late el rechazo a la Loi 14 –Ley 14–, que entra en vigor mañana y arma al gobierno con herramientas para sofocar huelgas en el sector público, convirtiendo la negociación en un monólogo del poder. Los organizadores la llaman «mordaza», un candado a la herramienta suprema de los trabajadores: el paro que obliga al diálogo justo. Le sigue el Projet de loi 3 –Proyecto de Ley 3–, un espejismo de «transparencia» que hace opcionales las cuotas sindicales, mutilando la vida interna de las organizaciones y limitando su capacidad para financiar campañas políticas o eventos como este, que nutren la democracia viva. Desde la pluma libertaria de los sindicatos, estas no son reformas técnicas: son tijeras que cortan los hilos de la solidaridad, parte de un viraje derechista del premier François Legault y su Coalition Avenir Québec (CAQ), que recorta servicios públicos mientras el grito de las calles responde con la fuerza de lo colectivo.
Heridas sociales: El grito de los olvidados
En salud, las urgencias colapsadas y las listas de espera eternas claman por más manos, no por menos derechos; en educación, la escasez de docentes sobrecarga aulas donde crecen los futuros soñadores de Quebec. Las redes comunitarias denuncian un subfinanciamiento crónico que las obliga a remendar lo que el Estado deshilacha, atendiendo demandas crecientes con presupuestos raquíticos. Esta marcha, amorosa en su diversidad –jubilados de Saint-Eustache, correctoras de prisiones, activistas metropolitanos–, revela un tejido social herido pero indómito bajo el cielo frío y luminoso: un recordatorio de que la verdadera libertad no se decreta desde despachos, sino que se forja en las calles, donde el «yo» se disuelve en «nosotros».
Un horizonte de esperanza libertaria
Los organizadores no buscan venganza, sino redención: deslegitimar estas leyes mostrando una oposición transversal, reafirmar el sindicalismo como baluarte democrático y tejer un frente amplio que resista el embate autoritario. En palabras de sus líderes, marchan «para afirmar que la justicia social es no negociable y que no se construye sociedad fuerte ahogando el debate». Hoy, Montreal latió con esa verdad solidaria, un faro para el mundo: en tiempos de cadenas legislativas, el amor libertario de los pueblos disuelve el miedo y encarna la utopía posible. Quebec, con su pulso generoso, nos enseña que la resistencia es un acto de cariño profundo hacia lo humano.

